Ante la inminente crisis económica producto de la emergencia sanitaria por COVID-19 -que derivó en una cuarentena rígida nacional- y los efectos causados por el cambio climático a nivel mundial, los productores agropecuarios ratifican la necesidad de que su sector cuente con semillas transgénicas para lograr mayor rendimiento en sus cultivos y así garantizar el abastecimiento de alimentos.
Fidel Flores, pequeño agricultor de la localidad de Cuatro Cañadas, señala que ya no es viable continuar produciendo en el campo con las variedades de semillas convencionales si se quiere cumplir con la actual demanda de alimentos; además, dijo estar convencido que “el uso de la biotecnología” puede fortalecer la producción.
«La agricultura es de alto riesgo, no es fácil para los pequeños productores. La sequía y las plagas causan pérdidas de hasta el cincuenta por ciento del cultivo de soya y maíz. Sin embargo, con el uso de las semillas genéticamente mejoradas los agricultores podremos reducir nuestras pérdidas productivas y económicas por el ataque de plagas y enfermedades de difícil control. A esto se suma la reducción del uso de insecticidas y herbicidas», puntualizó.
El año 2005 en Bolivia se aprobó el uso de la variedad de soya transgénica resistente a glifosato (Soya RR), lo que ha permitido mejorar el rendimiento de los cultivos de los pequeños productores. Sin embargo, variedades como la soya HB4, resistente a la sequía; la soya intacta y el maíz BT, tolerantes al ataque de plagas «son necesarios para mejorar la competitividad de los agricultores”, explica flores.
“No podemos estar rezagados con la tecnología, debemos avanzar y mejorar, garantizando el abastecimiento del mercado interno y apuntando a la exportación para generar divisas que podrán ser invertidos en el desarrollo de Bolivia”, concluyó el pequeño productor de Cuatro Cañadas.
Por su parte, la biotecnóloga ambiental, Cecilia González, asegura que los alimentos transgénicos son el resultado de una mejora genética desarrollada científicamente, y que antes de salir al mercado para su consumo pasa por un riguroso procedimiento de bioseguridad. “El estricto control que se realiza a los alimentos genéticamente modificados, situación que no ocurre con otros alimentos, certifica que son saludables”.